Razones para escribir

Nos iniciamos en el mundo de la bicicleta con alforjas en Semana Santa de 2011, con un recorrido desde Valença do Miño hasta Oporto (los pormenores del viaje se pueden ver en http://www.portugalenbicicleta.blogspot.com). En esta ocasión, en julio del mismo año, decidimos repetir Portugal pero en sentido inverso, desde Lisboa hasta Oporto. Para este viaje y por esas casualidades de la vida, contamos con un gran portugués como compañero de viaje, José Saramago, ese hombre especial que a buen seguro no se equivocaba cuando decía que el afecto que los lectores le profesaban era debido a que sabían que no les engañaba, ni cuando escribía, ni cuando hablaba. Arrancamos en Lisboa desde ese olivo centenario traído de su aldea natal, Azinhaga, bajo el que reposan sus restos y llevamos en las alforjas su “Viaje a Portugal” como guía inmejorable y su “Palabras de una ciudad”, esa carta de amor dirigida a Lisboa, donde forjó su pensamiento.

miércoles, 17 de agosto de 2011

Saramago con el 15M



Sábado 23 de julio. Vagos-Vagueira-Costa Nova-Barra-Sao Jacinto-Torreira-Furadouro-Maceda-Cortegaça-Esmoriz-Espinho-Granja.
Las dos noticias de España con las que abrimos el día son de signo contrario: de un lado la carga policial contra los indignados del 15M y de otro la dimisión de Camps como consecuencia de su imputación en el caso Gurtel. Durante el desayuno hablamos de ello. Tanto Saramago como nosotros pensamos que la rebeldía de los indignados del 15M es inevitable y una reacción necesaria contra la banalización de la política.

El escritor portugués les da toda la razón y su apoyo y, a propósito, dice que ya hace tiempo había dejado escrito que “las grandes masas están subyugadas, no por un poder ideológico sino por un fenómeno de globalización económica que se transformó en una globalización política. Es el poder económico el que decide, lo cual quiere decir que el poder no democrático es el que gobierna la democracia”. Ciertamente parece como si los indignados hubiesen leído las palabras de nuestro compañero y las hubiesen convertido en estandarte de su protesta. Lo del presidente valenciano era previsible a fin de no enturbiar el fácil acceso a la Moncloa que ahora tiene alfombrado Rajoy. Lo llevábamos esperando desde hace mucho tiempo pero ya desconfiábamos de poder llegar a oír en algún momento la noticia, por lo que nos alegra el día. Por fin, Camps dimite. Ya era hora.

Desde Vagos la carretera es tranquila y avanza en medio de un bosque de pinos muy altos, sin apenas tráfico y con un carril-bici en el lado izquierdo de nuestra marcha. No llevamos muchos kilómetros cuando en un cruce nos encontramos ya a Teresa. Ha dejado el coche en Costa Nova y ha pedaleado duro a nuestro encuentro. Costa Nova es un pueblo veraniego de casas llamativas con colores muy vivos. Al lado está Gafanha da Nazaré. Nos contaba José, el del Hotel Santiago de Vagos que hay varias Gafanhas y que eran lugares en los que se confinaba a la gente con lepra. El término viene de la palabra gafe.

Cogimos el ferry en el último minuto (11:59 h.) para atravesar la ría desde Forte Barra hasta Sao Jacinto (2€ per cápita). Un chico portugués nacido en Venezuela que ha estado trabajando en España se enrolla con nosotros durante el corto trayecto en el barco. Nos cuenta pormenores del camino que nos queda por recorrer y nos da ánimos. Suelen ser muy amables los portugueses a pesar de que los vecindajes normalmente llevan implícitas ciertas rivalidades. La carretera hacia Costa Nova avanza en una lengua de tierra que deja a la derecha la ría de Aveiro, mezcla de agua salada y dulce que circula inmensa ante nuestros ojos camino del mar, y a la izquierda el propio Atlántico, que no está al alcance de nuestra vista. Hay muchísimos pescadores apostados a lo largo del camino y casi todos con varias cañas, pero no coincide que alguno saque pieza a nuestro paso.

Hacemos una parada en Torreira en un área de descanso para ciclistas y frente a un embarcadero donde se amontonan esos típicos y multicoloreados pesqueros portugueses, a los que llaman moliçeiros. Uno cree haber oído que el nombre proviene de moliço, que significa alga, porque antaño se dedicaban a cogerlas con estas embarcaciones para luego ser utilizadas como abono en el campo. Al cabo de muy poco tiempo ¡aparece otra vez Teresa en la bici! Está muy potente. Se ha hecho el camino de ida en el coche hasta el cruce de Faladouro, como hemos quedado, lo ha dejado allí y se ha hecho 14 km del camino de vuelta en bicicleta mientras nosotros solamente recorrimos 13 km de ruta.

¡Una máquina! Nos explayamos un rato, hacemos algo de ejercicio, nos damos una vuelta por el embarcadero para ver con qué habilidad pescan las sardinitas y reanudamos la marcha. La llegada hasta donde Teresa ha dejado el coche se nos hace larga con el viento en contra. Cuando por fin llegamos tomamos algo de fruta y unos cacahuetes y continuamos por una carretera boscosa con mucho encanto hacia Esmoriz. De Esmoriz a Espinho tomamos nuevamente la nacional, con lo que aumenta un poco nuestra desesperación por culpa del tráfico, el cansancio acumulado y la falta de arcén. Al final, después de una etapa que se nos ha hecho muy larga con 80 kilómetros de pedaleo llegamos al hotel Requinte de Granja.

La cama redonda que hay en las habitaciones y una desconfianza exagerada por parte del recepcionista nos genera cierta tensión, que queda parcialmente aplacada con la ducha. Después, el del hotel nos explica que han detenido a unos etarras robando en un supermercado de Espinho y que han confesado que hay otros liberados en la zona preparando un atentado, por lo que la policía les ha obligado a extremar las precauciones. Unos exquisitos frangos y unas sardinas asadas, que devoramos en el restaurante Graciosa de Espinho, bien regados con un blanco duriense por algo menos de 50 euros ponen un perfecto broche final a esta jornada.

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