Razones para escribir

Nos iniciamos en el mundo de la bicicleta con alforjas en Semana Santa de 2011, con un recorrido desde Valença do Miño hasta Oporto (los pormenores del viaje se pueden ver en http://www.portugalenbicicleta.blogspot.com). En esta ocasión, en julio del mismo año, decidimos repetir Portugal pero en sentido inverso, desde Lisboa hasta Oporto. Para este viaje y por esas casualidades de la vida, contamos con un gran portugués como compañero de viaje, José Saramago, ese hombre especial que a buen seguro no se equivocaba cuando decía que el afecto que los lectores le profesaban era debido a que sabían que no les engañaba, ni cuando escribía, ni cuando hablaba. Arrancamos en Lisboa desde ese olivo centenario traído de su aldea natal, Azinhaga, bajo el que reposan sus restos y llevamos en las alforjas su “Viaje a Portugal” como guía inmejorable y su “Palabras de una ciudad”, esa carta de amor dirigida a Lisboa, donde forjó su pensamiento.

viernes, 26 de agosto de 2011

Segunda etapa. Cascaes-Ericeira

Domingo, 17 de Julio. Cascaes-Ericeira


Efectivamente percibimos el día de una manera mucho más optimista cuando estamos descansados. Empezamos la jornada contentos, a pesar del carácter seco que tiene la desgracia de tener el hombre de la recepción (Albergaría Valbom en la avenida Valbom 14, nada digno de mención, 70 euros la noche). Incluso la parte ribereña de la ciudad que no habíamos visto ayer, nos parece atractiva. Para contribuir a nuestra euforia, a la salida de Cascaes rodamos por un cómodo carril bici que discurre por un paraje encantador a orillas del mar. Nos paramos en la Boca do Inferno para ver el trabajo que la madre naturaleza ha realizado en el acantilado. La concentración de pescadores hace pensar que no sólo es un sitio hermoso, sino también que el mar es generoso en este punto en lo que a peixe se refiere. Al finalizar los 9 km de carril bici parece acabarse también nuestra buena suerte pues empieza a empinarse la carretera y un fuerte viento de frente nos dificulta enormemente el avance. Dicen los ciclistas (y debe ser verdad), que en la bicicleta todo da por el culo menos el viento, que siempre da de cara.  El ascenso por el Parque natural Sintra-Cascaes se hace a duras penas y el esfuerzo no nos permite disfrutar en condiciones del paraje natural que nos rodea. Desde Malveira da Serra la preciosa carretera se ondula y serpentea.


A la llamada de estas características del terreno un nuevo agresor irrumpe en el escenario, un desfile continuo de motos de gran cilindrada haciendo el salvaje a una velocidad endemoniada nos amenaza. Nos rodean por todas partes. Se adelantan entre ellas y nos adelantan a nosotros con pocos centímetros de margen y con un estruendo atronador. Y uno se siente inseguro y encima recuerda para más inri que estamos en un Parque Natural. Todo lo que hemos tardado horas en subir lo bajamos en pocos minutos. La parada en Colares con refrigerio incluido y el camino fácil que nos lleva a Praia das Maças nos hace pensar que el martirio ha remitido. Nada menos cierto. Sigue apretando el viento de cara y la carretera se vuelve a empinar. Y cuando uno pierde el fuelle le da por pensar que a lo peor ya está viejo para estas cosas, a lo que su amigo Saramago le responde susurrándole al oído que únicamente comienza la vejez cuando se acaban las ilusiones. Como uno ha puesto puñados de ilusión en este viaje sabe que no es la vejez la que le machaca, sino la dureza del camino. Después de sudar la gota gorda, en un pueblecito apodado Aldeia em verso Lola entra a comprar agua y yo, mientras tanto, hablo con un paisano acerca del recorrido que nos queda por delante hasta llegar a Ericeira. Él calcula que faltan aproximadamente  40 km y que la carretera es complicada, con muchos repechos. Unos metros más adelante les preguntamos en el mismo pueblo a unos obreros y nos contestan que nos faltan unos 18 km y que prácticamente es todo llano. Las informaciones que nos dan acerca de las distancias y las dificultades suelen ser contradictorias. Uno no acaba de entender que una única realidad dé lugar a interpretaciones tan diversas. Y quiere pensar que tiene alguna explicación. Y piensa que una bien pudiera ser que en Portugal las señales indicadoras advierten en los cruces acerca del camino que hay que tomar para dirigirse a tal punto o a tal otro, pero nunca acompañan la indicación con la distancia que separa al viajero de ese punto. En nuestro caso, la realidad estaba, como casi siempre suele estar, en algún punto intermedio.

Los tranvías ponen una nota
nostálgica en Portugal
Atravesamos como podemos por Fontanelas, Aldeia Galega, Odrinhas, Alvarinhos, Pobral, Carvoeira y por fin, Ericeira. No nos lo creemos. El cuentakilómetros de la bici dice que hemos hecho 62 km. Son las cinco y media de la tarde y hemos salido de Cascaes a las 8 y cuarto. Buscamos el hotel, el Casa do Sol, que nos gusta, una casita decorada con gusto, alejada del cogollo de la villa (rua Prudencio Franco da Trinidade, 1, +351-1261867182) y regentada por un hombre muy atento con ganas de agradar. La ducha nos hace revivir y decidimos lanzarnos a conocer la ciudad. Está ubicada en un acantilado con un puerto pesquero importante y una playa resguardados del mar bravo que sacude la costa gracias a un gran dique, que observamos desde lo alto. Los azules predominan. La gama varía del azul celeste al añil de las fachadas de buena parte de las casas, pasando por toda la gama de los azules marinos. El paseo es agradable.
Una curiosa fachada-puzzle

Al atardecer y de regreso al hotel aparecen Teresa y Chus, que acaban de llegar de Madrid para unirse a la expedición que recorre Portugal en bicicleta con Saramago. Se instalan y nos vamos a cenar. Un arroz caldoso con rape y otro con marisco bien regados con un blanco fresquito y atendidos por un simpático Luis, dicharachero, buen comercial y casado con una barcelonesa. El restaurante es Toca do Caboz, de los mismos dueños que el Prim, que es el que se lleva la fama del buen yantar en el pueblo, está en la rua Fonte do Cabo y la cena en la terracita callejera supuso un total de 98 euros. Bien pero caro.

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