Razones para escribir

Nos iniciamos en el mundo de la bicicleta con alforjas en Semana Santa de 2011, con un recorrido desde Valença do Miño hasta Oporto (los pormenores del viaje se pueden ver en http://www.portugalenbicicleta.blogspot.com). En esta ocasión, en julio del mismo año, decidimos repetir Portugal pero en sentido inverso, desde Lisboa hasta Oporto. Para este viaje y por esas casualidades de la vida, contamos con un gran portugués como compañero de viaje, José Saramago, ese hombre especial que a buen seguro no se equivocaba cuando decía que el afecto que los lectores le profesaban era debido a que sabían que no les engañaba, ni cuando escribía, ni cuando hablaba. Arrancamos en Lisboa desde ese olivo centenario traído de su aldea natal, Azinhaga, bajo el que reposan sus restos y llevamos en las alforjas su “Viaje a Portugal” como guía inmejorable y su “Palabras de una ciudad”, esa carta de amor dirigida a Lisboa, donde forjó su pensamiento.

sábado, 27 de agosto de 2011

¡Arrancamos!

A las 5 menos diez estábamos en ruta. Queríamos llegar a Valença con un poco de margen para montar las bicis con tranquilidad, sacar los billetes y tomarnos un café. El tren salía a las 7:35 y llegamos a las 6:50. En principio, tiempo de sobra. Poco después nos dimos cuenta de que era demasiada sobra porque no contábamos con que en Portugal era una hora menos, es decir, las 5:50 h. Nos acordarnos de lo mal que nos había sentado la alarma del despertador a las 4:30, cuando no llevábamos ni dos horas en la cama y decidimos invertir un rato en acercarnos a desayunar a Tuy, a la que no entramos desde que la carretera pasa directamente a Portugal. El viaje hasta Oporto, bien, sin problemas (9,35 € cada uno con bici incluida). Lola hizo todo el trayecto durmiendo y yo observando el paisaje y al personal variopinto que llevábamos en el vagón, con especial atención a las miradas de deseo que la inglesita treintañera de los asientos de delante le dirigía al jovenzuelo que se había ligado para hacer un viaje por España y Portugal. También llegamos a Oporto (a las 10:05) con margen suficiente para coger sin problemas el tren rápido que nos llevaría (21€ c/u) desde Porto Campanha hasta Lisboa (a las 10:52), el auténtico comienzo de nuestro periplo ciclístico. Pero, el margen pasó instantáneamente a parecernos totalmente insuficiente cuando a las 10: 15 la funcionaria de los Comboios de Portugal nos dijo que los trenes rápidos no admitían bicicletas más que como equipaje de mano y que, para viajar así, deberían de ir convenientemente embaladas. Había posibilidad de ir a Lisboa con varias combinaciones y transbordos de trenes normales. Yo me quedé con las bicis mientras Lola iba al Gabinete de Apoio ao pasageiro, pero estaba claro que no habría más remedio que correr si queríamos llegar después hasta Cascaes, pues la opción de coger varios trenes nos retrasaría considerablemente. Lola volvió al cabo de unos minutos con el mismo convencimiento de que había que moverse rápido en busca de algún remedio para continuar viaje.
Las bicis convertidas
en equipaje de mano

Salimos a toda pastilla a un chino cercano en el que encontramos plástico para embalar y cinta adhesiva. Otra vez a la estación a por los billetes (10:35) y a correr al andén, desmontar las bicis y darles con éxito y en pocos minutos  aspecto de paquete de regalo para que nos dejaran entrar al tren de alta velocidad con ellas como equipaje de mano. Y lo conseguimos. Como no podía ser menos, lo primero que hicimos al llegar a Lisboa fue ir a ver el olivo bajo el que reposan las cenizas de nuestro compañero de viaje, José Saramago.
Bajo el olivo traído de Azinhaga
reposan las cenizas de Saramago
Quizás el sitio sea el más adecuado tratándose de una persona tan discreta como él, pero yo me esperaba otra cosa. Después de la foto de rigor atravesamos de este a oeste la ciudad e iniciamos la marcha hacia Cascaes. Es sábado y hay mucho tráfico. Paramos al poco tiempo para ver, muy cerca una de la otra, dos de las siete maravillas de Portugal, la Torre de Belem y el Monasterio de los Jerónimos. Dos delicias auténticas.

El camino discurre hacia el oeste por el estuario del Tajo. Muchas playitas y mucha gente. Cuando las circunstancias lo permiten circulamos por la acera para evitar el tráfico rodado, que es un tanto agobiante. Atravesamos Estoril y después de pedalear 32 km llegamos a Cascaes, una ciudad, de entrada, sin mayor atractivo, turística y aparentemente muy apreciada por los  veraneantes. Algo así como cualquier población de la costa alicantina o valenciana en plena temporada estival. Uno, lo mismo que su compañero Saramago, tiene más de viajero o de curioso que de turista y, en principio, no se siente muy tentado por este
La torre de Belem, una de las Siete
maravillas de Portugal
tipo de lugares. Nos alojamos en una albergaría llamada Valbom (Avenida Valbon, 14, tel. +351-214865801, 70 €/doble), cuyo principal valor no es otro que una cama estupenda en la que uno cae con una sensación de agotamiento total nada más cerrar la puerta del cuarto. Uno, que no es mayor pero ya ha dejado la juventud hace algún tiempo, quiere achacar a la edad el motivo de su excesivo cansancio, pero un breve repaso añade otros factores al análisis, entre los cuales no son menores el haber dormido dos horas, el haberse levantado a las 4 y media y el no haber comido. Sabedores de todo esto, la ducha se hace rápido y en el primer restaurante que encontramos a la salida del hotel nos metemos a solucionar el desaguisado corporal con unas sardinas a la brasa y unas lulas grelhadas, bañadas con un viño verde fresquito, que nos recomponen la figura. Esto y el meterse en la cama a las 8 y media son motivos suficientes para hacernos pensar en iniciar la jornada de mañana con otra disposición.

No hay comentarios:

Publicar un comentario